Hoy continuamos con este interesante artículo donde analizamos como incide el tomar leche y lácteos de procedencia animal en el desarrollo de diabetes.
En el artículo anterior comentábamos que los bebes deberían de tomar al menos tres meses del pecho de la madre, y analizábamos el perjuicio que puede causar la toma de leche animal si se toma antes de este tiempo, llevando al bebe de carácter congénito a tener o reproducir diabetes del tipo 1, si sus predecesores ya tuvieron este síntoma de diabetes.
Se analizó a su vez que los países que más leche de vaca toman son más propensos a padecer diabetes que los que apenas la toman, veíamos el caso de Finlandia y de Japón.
Veíamos las incidencias de la toma de leche en algunas enfermedades del tipo crónico, continuando con este análisis comentamos nuestro siguiente artículo.
Linfoma
Durante once años y medio se hizo un seguimiento a 15.914 personas en la ciudad de Noruega, la conclusión de este estudio es que todas aquellas personas que bebían dos o más vasos de leche al día ,reproducían cáncer con una incidencia de tres veces y media mayor en los órganos linfáticos.
[1] En la famosa revista de medicina The Lancet, sale el 27 de Noviembre de 1976 (página 1184), un artículo redactado por Allan S. Cunninghan, de Cooperstown (Nueva York) y titulado «Linfomas y consumo de proteínas de origen animal”. Aquí Cunninghan analiza el consumo de carne roja y productos lácteos en gramos por día, en el periodo de un año 1955-1956, en quince países. Los resultados de este estudio son que : Nueva Zelanda, Estados Unidos y Canadá presentaban el consumo más alto, mientras que el más bajo se producía en Japón. La diferencia entre el consumo más alto y el más bajo era de casi treinta veces: 43,8 g al día en el caso de los neozelandeses, comparados con 1,5 en Japón. Cunninghan encontró una importante correlación positiva entre las muertes por linfoma y la ingestión de carne roja y lácteos en los quince países que analizó. La razón de la función de los lácteos es que el consumo de estos produce un estrés inmunitario crónico que tiende a provocar linfomas en los animales de laboratorio y, posiblemente, también en seres humanos. Sabemos que la ingestión de leche de vaca puede causar linfopatía generalizada, inflamación hepática, inflamación del bazo y una importante hipertrofia de las glándulas adenoides. Se puede plantear la hipótesis de que las proteínas derivadas de la carne suman su efecto cancerígeno general al efecto cancerígeno específico que los lácteos tienen sobre la linfa.
Cáncer de ovario
Se ha demostrado que beber más de un vaso de leche al día, o su equivalente, hace que las mujeres tengan un riesgo 3,1 mayor de desarrollar cáncer de ovario que aquellas que no consumen leche. En la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard se realizó un estudio en el que se analizaron datos de veintisiete países diferentes. Se encontró el mismo incremento en la cantidad de casos de cáncer de ovario relacionados con el consumo de lácteos. D. W. Cramer y otros investigadores informaron por primera vez de la relación entre el cáncer de ovario y los productos lácteos en The Lancet en 1989, cuando se sugirió que el consumo de lactosa podría ser un factor de riesgo alimentario para el cáncer de ovario.
[2] Más recientemente, los datos recopilados a partir del Estudio de Salud de las Enfermeras de Harvard se utilizaron para valorar el consumo de lactosa, leche y productos lácteos en relación con el riesgo de cáncer de ovario en más de 80.000 mujeres. Después de dieciséis años de seguimiento, se confirmaron 301 casos de un tipo especial de cáncer de ovario en este grupo de estudio. Los resultados mostraron que las mujeres que consumían más lactosa tenían un riesgo doblemente alto de padecer este tipo de cáncer de ovario que aquellas que ingerían menores cantidades de lactosa. Se sugirió que la galactosa (un componente de la lactosa) podría dañar las células de los ovarios, haciéndolos más propensos al cáncer.
[2] Más recientemente, los datos recopilados a partir del Estudio de Salud de las Enfermeras de Harvard se utilizaron para valorar el consumo de lactosa, leche y productos lácteos en relación con el riesgo En 2004, Susanna Larsson y sus colegas del Instituto Karolinska en Estocolmo, publicaron un estudio [3] en la revista American Journal of Clinical Nutrition en el que analizaron la relación entre el consumo de productos lácteos y de lactosa y el riesgo de padecer cáncer de ovario. [4]Larsson halló, en cambio, que el consumo de leche descremada se relacionó inversamente con el cáncer de ovario en los estudios de control de caso.
No se sabe exactamente cómo pueden los lácteos aumentar el riesgo, pero la lactosa produce galactosa y glucosa. Se piensa que la primera aumenta el riesgo de toxicidad directa sobre las células microbianas del ovario. En este estudio, en el que participaron 61.084 mujeres de entre treinta y ocho y setenta y seis años de edad, se evaluó su alimentación durante tres años. Después de trece años y medio, a 266 participantes se les había diagnosticado cáncer de ovario. Los resultados mostraron que las mujeres que consumían cuatro o más raciones de lácteos al día tenían un riesgo dos veces mayor de padecer cáncer de ovario, en comparación con aquellas que consumían pocos lácteos o que prescindían totalmente de ellos. La leche fue el producto que se asoció más sólidamente con el cáncer de ovario. "Aunque el consumo de leche puede aumentar el riesgo de cáncer de ovario, este tipo de cáncer es relativamente poco común", agregó Larsson. "En comparación, hay evidencia sólida de que el consumo de leche (y la alta ingesta del calcio presente en la misma) podrían reducir el riesgo de cáncer colon rectal, el cual es mucho más común que el de ovario. El consumo de leche descremada también podría reducir el riesgo de otras enfermedades, como la diabetes tipo 2 y la enfermedad cardiovascular".
Larsson no está recomendando a las mujeres que dejen de tomar leche. "Sin embargo, en el futuro, cuando sepamos más acerca de las interacciones posibles entre el consumo de leche y la susceptibilidad genética, podría ser que algunas mujeres tengan que dejar de beber leche por un alto riesgo de desarrollar cáncer de ovario".
[5] Para saber más acerca del cáncer de ovario, visite la página Web de la American Cancer Society.
Cáncer de pulmón
En un estudio realizado por Curtis Mettlin, financiado por la Sociedad Estadounidense del Cáncer y citado en The International Journal of Cancer el 15 de abril de 1989, se mostró que las personas que bebían tres o más vasos de leche entera al día tenían dos veces más probabilidades de padecer cáncer de pulmón.[6]
Se ha documentado que existe relación directa entre la hormona somatotropina y el cáncer de pulmón, y entre éste y las dioxinas que contaminan la leche.
Cáncer de mama y de próstata
En 1989, la revista Cáncer informó que los varones que bebían tres o más vasos de leche entera al día tenían un riesgo 2,49 veces mayor de padecer cáncer de próstata. [7] En un análisis de Harvard realizado en 2001 acerca de la investigación, se dieron mayores detalles sobre el tema:
En doce de [...] catorce estudios de control de casos y en siete de [...] nueve estudios de cohorte [se ha] observado una relación positiva entre alguna medida de productos lácteos y el cáncer de próstata; este es uno de los indicadores alimentarios más constantes del cáncer de próstata en las publicaciones especializadas. En estos estudios, los varones que consumían las mayores cantidades de lácteos tenían aproximadamente el doble de riesgo de cáncer de próstata total y un aumento de hasta cuatro veces en el riesgo de cáncer de próstata metastásico o fatal en comparación con los sujetos que consumían bajas cantidades de lácteos. [8]
Los datos mundiales relacionados con los índices de cáncer de mama y de próstata en China, Japón, Inglaterra, Escocia y Canadá (obtenidos por la Agencia Internacional para la Investigación) y en Estados Unidos (por el Programa de supervisión de epidemiología y resultados finales del Instituto Nacional del Cáncer) corroboran los datos anteriores.
Los índices más bajos de cáncer de mama y de próstata se producen de manera constante en China y Japón, donde los lácteos y la carne se consume con poca frecuencia.
Si una mujer norteamericana viviera un estilo de vida japonés en la Hiroshima industrializada e irradiada, reduciría a la mitad o a un tercio su riesgo de contraer cáncer de mama a pesar de que estas ciudades fueron atacadas con armas nucleares. La conclusión es ineludible. Resulta claro que algún factor vinculado con el estilo de vida, pero no con la contaminación, la urbanización o el entorno, aumenta gravemente las probabilidades de la mujer occidental de contraer cáncer de mama.[9]
Un varón de raza negra en Estados Unidos tiene doscientas ochenta veces más probabilidades de contraer cáncer de próstata que un varón de la región rural de Quidong (China) y es setenta veces más proclive que uno del área urbana de Tianjin. Plant continúa: «Sabemos [...] que, cualquiera que sea la causa de la enorme diferencia en los índices de cáncer de mama y de próstata que existen entre los países orientales y occidentales, dicha causa no es de tipo genético. Los estudios sobre migración muestran que cuando las personas de origen chino o japonés se trasladan a Occidente, en una o dos generaciones, sus índices de incidencia y mortalidad atribuible al cáncer de mama y de próstata se asemejarán a aquellos de la comunidad anfitriona». [10].
Células purulentas
Un centímetro cúbico de leche comercial de vaca puede tener hasta 750.000 células somáticas (nombre común, «pus») y 20.000 bacterias vivas antes de que sea retirada del mercado. Eso asciende a la sorprendente cantidad de 20 millones de bacterias vivas y hasta 750 millones de células purulentas por litro. De acuerdo con Robert Cohen, autor de Don’t Drink Your Milk (No beba su leche), el litro promedio de leche en Florida tiene 633 millones de células purulentas, el más alto de Estados Unidos.
Montana presenta el índice más bajo, con 236 millones de células purulentas por litro. Esto no es algo saludable, independientemente de que se trate de 236 o de 633 millones. Además de células purulentas y sangre, que en la actualidad son normales en la leche ordeñada mecánicamente, la leche también contiene grandes cantidades de pesticidas, herbicidas, antibióticos, hormonas, yodo radiactivo y factores patógenos como el prion de las «vacas locas» y el virus de la leucemia bovina. Además, las investigaciones citadas por Robert Cohen destacan que el cuerpo humano puede contener hasta casi cuatro litros de moco, generado por el consumo de lácteos. El problema de la mucosidad se relaciona con el hecho de que la caseína, que es el ingrediente principal del pegamento para madera, constituye el 87% de las proteínas de la leche.
Estilo de vida estresante e hipertensión
Cuando el cuerpo está estresado, libera muchas hormonas que incrementan indirectamente la excreción de insulina y producen, también indirectamente, la resistencia a la insulina, que es un factor precursor de una fisiología diabética. Estas hormonas liberan energía en forma de glucosa y grasa, que se pone a disposición de las células del cuerpo. Estos elementos suministran combustible para lo que se conoce tradicionalmente como la reacción de «pelear o huir». Con el estrés, se incrementa la secreción de catecolaminas (adrenalina y compuestos químicos semejantes a ella) especialmente por parte de las glándulas suprarrenales, lo que genera un aumento en la liberación de glucosa del hígado hacia el flujo sanguíneo, así como de los glucocorticoides u hormonas esteroideas segregadas por las glándulas suprarrenales y la hormona del crecimiento producida por la glándula pituitaria. Se sabe que el estrés extremo durante varios meses seguidos, así como la depresión, provocan el inicio de una fisiología diabética. En Estados Unidos, el 62,5% de los adultos con diabetes dijeron tener hipertensión.
Cándida
La cándida también se relaciona comúnmente con la diabetes y es un síntoma más amplio de una alimentación y de un estilo de vida diabetogénico y relacionado con la Cultura de la Muerte. La cándida es un parásito fúngico que excreta residuos tóxicos que pueden unirse al flujo sanguíneo y provocar síntomas de inflamación, pensamiento confuso, depresión, diarrea, agotamiento, halitosis (mal aliento), dolores menstruales, aftas, recuerdos poco claros, infecciones recurrentes vaginales o de la vejiga, ansiedad, estreñimiento o diarrea (o ambos), depresión, sensibilidad ambiental, fatiga, empeoramiento en días húmedos o bochornosos, o en lugares mohosos, sensibilidad a ciertos alimentos, insomnio, índice glucémico bajo, cambios repentinos del estado de ánimo, síndrome premenstrual, zumbido en los oídos y sensibilidad a los perfumes, cigarrillos u olores textiles. Las dietas altas en almidones cocinados (pan, patata horneada, pasteles, galletas, pasta) y las cargadas con azúcares refinados o derivados de frutas híbridas (sin semilla) alimentan a la cándida. La diabetes, con sus altos índices de glucemia, hace que las personas sean buenas candidatas para padecer candidiasis.
Depresión
De acuerdo con una evaluación de veinte estudios realizados durante los diez años anteriores, el índice de prevalencia de personas con diabetes que padecen depresión grave es entre tres y cuatro veces mayor que en la población general. Mientras que la depresión afecta a entre un 3 y un 5% de la población en un momento dado, este índice es del 15 al 20% en los pacientes con diabetes, de acuerdo con la Asociación Estadounidense de la Diabetes. Las mujeres en particular presentan un mayor riesgo, según otros estudios. [11]
Durante años se ha manejado la hipótesis de que la depresión es una complicación de la diabetes, lo cual es casi seguro dado que la dieta y el estilo de vida diabetogénicos son la misma dieta y estilo de vida que producen un cerebro biológicamente alterado, deficiencias de ácidos grasos, de aminoácidos y toxemia, y por lo tanto, provocan depresión. Sin embargo, las investigaciones más recientes señalan la depresión como una posible causa o factor desencadenante de la diabetes. Varios investigadores del Centro Kaiser Permanente para la Investigación de la Salud, en Portland (Oregón), estudiaron a 1.680 miembros con diabetes de su organización para el mantenimiento de la salud. Encontraron que, en comparación con las personas sin diabetes, aquellas que la padecían tenían mayores probabilidades de haber recibido tratamiento para la depresión en un lapso de seis meses antes de que se les hubiera diagnosticado diabetes. Aproximadamente el 84% de esas personas con diabetes también informaron haber sufrido un índice mayor de episodios depresivos anteriores que el grupo de control. Gregory Nichols, investigador del Centro Kaiser que dirigió el estudio, dijo que este indica que la depresión precede frecuentemente al inicio de la diabetes, en lugar de lo contrario. [12]
En un importante estudio realizado en 2004 por la Universidad Johns Hopkins y otros centros se hizo un seguimiento durante seis años a 11.615 adultos inicialmente no diabéticos, con edades de entre cuarenta y ocho y sesenta y siete años, y se descubrió que «los síntomas depresivos pronosticaron la aparición de la diabetes tipo 2». En análisis prospectivos, después de ajustarlas según la edad, el origen étnico, el sexo y el nivel educativo, las personas que se hallaban en el cuartil más alto de síntomas depresivos presentaban un aumento del 63% en el riesgo de contraer diabetes en comparación con aquellas que se encontraban en el cuartil más bajo.[13]
Notas y referencias
[1] Ursin, G., Bjelke, E., Heuch, I., et al. «Milk consumption and cancer incidence: A Norwegian prospective study». Br J Cancer, 1990, 61: 456-459.
[2] Cramer, D. W., Harlow, B. L., Willett, W. C., Welch, W. R., Bell, D. A., Scully, R. E., Ng, W. G. y Knapp, R. C. «Galactose consumption and metabolism in relation to the risk of ovarian cancer». The Lancet, 1989, 2 (8654): 66-71.
[4] Este nuevo meta-análisis aparece en la edición en línea del 5 de agosto del International Journal of Cancer.
[6] Mettlin, C. «Milk drinking, other beverage habits, and lung cancer risk». Intl J Cancer, 15 de abril de 1989, 43 (4): 608-612.
[7] Mettlin, C., Selenskas, S., Natarajan, N., et al. «Beta-carotene and animal fats and their relationship to prostate cancer risk. A casecontrol study». Cancer, 1989, 64: 605-612.
[8] Chan, J. M. y Giovannucci, E. L. «Dairy products, calcium, and vitamin D and risk of prostate cancer». Epidemiol Revs, 2001, 23: 87-92.
[9] Plant, J. A. The No-Dairy Breast Cancer Prevention Program. Nueva York: St. Martin’s Press, 2001, p. 74.
[10] Plant. The No-Dairy Breast Cancer Prevention Program. p. 75. Citado en Kliewer, E. V. y Smith, K. R. «Breast cancer mortality among immigrants in Australia and Canada». J Natl Cancer Inst, 1995, 87 (15): 1154-1161. Ver también Cancer Research Campaign. «Factsheet 6.2, Breast Cancer-UK». 1996.
[11] McManamy, J. «Depression and diabetes». http://www.mcmanweb.com/article-42.htm.
[12] «Scientists examine link between diabetes, depression». San Antonio Express News, 16 de junio de 2000.
[13] Golden, S. H., Williams, J. E., Ford, D. E., et al. «Depressive symptoms and the risk of Type 2 diabetes». Diabetes Care, 2004, 27: 429-435.